Entrevista a Mons. Nicola Bux de Alba Digital, May-12-2010.
Entrevista al autor de "La reforma de Benedicto XVI"
“Hemos puesto al hombre en el centro, en vez de al Señor”
Gran experto en liturgia, Monseñor Bux habla sobre el Motu Proprio
12/05/2010 José R. Barros
- ¿Podría explicar en qué consiste la participación actuosa de mente y de corazón?
Dice San Pablo en su Carta a los Romanos, en el capítulo 12, que debemos ofrecer nuestros cuerpos como sacrificio razonable, agradable a Dios. Esa es una participación “activa”, es decir; de acto, de acción. Nuestra acción máxima es la de unir nuestra vida a Cristo y, sobre todo, ofrecer nuestra vida a la oferta de Cristo en el sacrificio de la Cruz. Esta es la Misa.
Esta es la participación, la parte que falta cuando San Pablo, en la carta a los colosenses, dice “cumplo lo que falta al sufrimiento de Cristo en mi carne, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia”. Él quiere decir que esa actividad, esa acción en la liturgia es unir nuestra vida a la de Cristo. Esa es la participación que la constitución litúrgica del concilio habla y remite: promover, pedir. Por tanto, que los fieles en la liturgia sean conscientes de que cumplen esa parte, que falta -en cierto sentido- a Cristo. Uno puede decir “¿Cómo puede ser? ¿A la Redención de Cristo le falta algo?” No, es completa, “todo está cumplido”. Es nuestra parte la que falta, tenemos que poner de nuestra parte. Esto requiere que miremos a Cristo, que le contemplemos.
- Frente a la participación actuosa, ¿cuales son las características de la mala participación?
Se caracteriza en que, en vez de partir de Cristo, partimos de nosotros mismos, de nuestras ideas, de nuestros proyectos, del deseo de éxito, de organizar la liturgia, de crearla, de cambiarla según los gustos subjetivos y, en suma, poniendo en el centro de la liturgia no al Señor, sino a nosotros mismos. Creo que hoy un síntoma de este centralismo humano, antropologíco, es la sede del celebrante en el centro de la Iglesia. Nunca en la historia se dio así. Incluso el obispo antiguamente no se sentaba nunca en el centro, sino que encabezaba la asamblea, mientras era el altar lo que estaba en el centro.
- Pero hoy la sede está en el centro…
Hemos puesto al hombre en el centro, en vez de al Señor. Alguno puede objetar que el sacerdote representa a Cristo. Sin duda esto es cierto, aunque en una medida muy reducida. Antes Cristo era representado por la centralidad del santuario, del altar. El sacerdote es un ministro de Cristo, por tanto, importante, pero no puede estar siempre en el centro, cuando ofrece la oración de gracias, la eucaristía.
- ¿Por qué la entrada del novus ordo se produjo de una manera tan súbita y, para algunos, tan traumática?
La reforma litúrgica fue impuesta por expertos estudiosos que después se sirvieron de un decreto papal para poder dar fuerza a esa reforma. Es una reforma que no respeta el desarrollo que se había dado antes (1950, 1960) en continuidad, sino que es una reforma que ha creado un trauma. Todos recordamos cuando fue promulgado el calendario de los santos, en 1970; hubo muchas reacciones polémicas; así también cuando fue promulgado el ‘Ordo Missae’, porque se divisaba que venía obligada una forma de celebrar que no estaba en relación con las formas precedentes.
- ¿Esto quiere decir que la reforma de Pablo VI no fue buena?
Era buena, estaba bienintencionada, pero quizás el mismo Pablo VI, como algunos estudiosos han profundizado, no pensaba que se hubiesen traspasado las fronteras que la constitución litúrgica había establecido, sobre todo en el artículo 23, por ejemplo: “que las nuevas formas deben desarrollarse orgánicamente de las ya existentes”. El rito de Pablo VI puede ser celebrado digna y correctamente si se recupera el sentido de la liturgia que tiene el rito tradicional.
- ¿Cual es el objetivo de las reformas litúrgicas de Santo Padre?
Seguir al Papa significa volver a dar centralidad a Cristo en la liturgia, que es el lugar de la presencia de Dios, donde el hombre lo puede encontrar. El hombre de hoy busca a Dios. “En el mundo hay muchos lugares donde la fe corre el riesgo de apagarse”, dice Benedicto XVI a los obispos después de revocar las excomuniones a los cuatro obispos ordenados por Monseñor Lefebvre. En el mundo la fe corre el riesgo de apagarse, hay una necesidad por hacer a Cristo presente en el mundo. Y no hay mejor modo de hacerlo que celebrar la Liturgia en modo ‘mistérico’, digno, profundo. Así que debemos seguir al Papa que conoce bien la liturgia desde el punto de vista histórico, moral, jurídico, pastoral.
- Desde luego, Benedicto XVI aboga por ahondar en el estudio de la liturgia.
Todos -tanto amantes de la tradición como los que aman la innovación- hemos de estudiar más las fuentes litúrgicas, la patrística, las Sagradas Escrituras, la teología medieval y moderna, para descubrir todo lo que se ha desarrollado en 2000 años de historia de la Iglesia. Siempre ha habido reformas litúrgicas, pero no de manera traumática, sino con un desarrollo orgánico. La liturgia se debe desarrollar como se desarrolla un paisaje; no con terremotos, sino con una modificación sin traumas, casi sin darse cuenta. Hoy somos muy sensibles al medio ambiente. No queremos que el paisaje se desgaste, queremos que su desarrollo sea respetado. Así también debe ser para la liturgia.
- Que se celebre la Misa con dignidad tambien parece ser uno de los objetivos de este pontificado.
Dice el Santo Padre que deben haber cada vez más comunidades y lugares ejemplares, que celebren la liturgia con buen ejemplo, con la adoración de Dios. “Participar” quiere decir adorar a Dios, conocer que está presente. Saber que nosotros servimos a Dios, que le damos gloria. Esto es lo que hoy es necesario, porque los jóvenes que buscan climas y ambientes ‘excitantes’ entren en estos ambientes, que no son iguales a los del mundo. Son distintos porque es el lugar del Cielo en la Tierra, el lugar del encuentro del hombre con Dios. Los jóvenes pueden asombrarse de la belleza de las Iglesias.
- La tradición artística de la Iglesia podría ser de gran ayuda para propiciar este encuentro…
Aquí, en España, tenéis unos retablos muy bellos que son un símil de las iconostasis orientales. Cuando uno entra y ve estos retablos extraordinarios, ojos y corazón van a lo alto: el color, el esplendor, la gloria dada a lo divino. También el oído, que escucha la música gregoriana y polifónica. Son cosas que buscan las generaciones jóvenes. Por no hablar de la lengua sagrada, del latín. Hoy los jóvenes viven en una sociedad multicultural. No tienen el problema de decir “no entiendo la lengua”, como las generaciones pasadas. Debemos recrear este clima de la liturgia, que ayuda a la generación de hoy a no buscar en sitios erróneos, sino a buscar a Dios, a buscarse a sí mismos encontrando a Dios.
- ¿El sacerdote mirando a la Cruz en vez de a los fieles cumple una función escatológica?
He dicho antes que la liturgia es la mirada hacia el Señor. De todos, porque la liturgia está enteramente orientada al Señor, es adoración y contemplación del Señor. La posición del sacerdote es vuelto a oriente, es decir, a donde sale el sol, es decir, a Cristo; sol de la justicia, el “sol que surge de lo alto”, como dice San Lucas y en el cántico de Zacarías “el Señor que viene y que vendrá”. Esta mirada, físicamente, está significada por el hecho que también el sacerdote mira a oriente, y todos los fieles, si ven que el sacerdote hace eso, mirarán a oriente también. Como dice el Santo Padre en sus escritos de teólogo, “la Misa no es una especie de círculo cerrado”, donde lo que hacemos es, justamente, un círculo, nos miramos entre nosotros, sino que está abierta al futuro, que viene, que irrumpe.
- ¿La Misa ad orientem ayuda a los fieles a penetrar en el misterio eucarístico?
La palabra “escatología” quiere decir “las últimas cosas que entran en el tiempo”, del griego “escatá”. Es el Señor quien hace las últimas cosas, las cosas siempre nuevas, el Señor que viene a renovar la tierra. La orientación del sacerdote hacia el ábside, hacia la Cruz, es un hecho muy importante. Ahora el Santo Padre pone la Cruz sobre el altar para que, incluso si no se puede celebrar vuelto al Oriente, la Cruz sea el punto de orientación; para que los fieles no miren al sacerdote, sino a Cristo, a la Cruz. Eso es muy importante como modo de continuar la reforma litúrgica, que no se acaba, que continúa siempre, en cada generación. Por tanto, esto de la orientación hacia el Señor, también física, psicológicamente, ayuda a los fieles a entender que la liturgia está orientada al Señor.
- ¿Se puede decir entonces que la Misa Gregoriana se celebra “de espaldas al pueblo”?
Es una frase artificiosa, porque no es verdad. La Misa hacia el pueblo se ha creado en el siglo XX, por un movimiento de opinión que pensaba darle la vuelta a las cosas. Por desgracia, lo han logrado. La Misa no es “de espaldas al pueblo”. Basta asistir a las liturgias orientales, que se celebran todas vueltas hacia el santuario. Hay una parte que sí está vuelta a la asamblea, la liturgia de la palabra, pero la de la anáfora, de la eucaristía, es hacia el Señor. En la liturgia de la palabra, Dios nos habla. En la Eucaristía, nosotros oramos al Señor, le respondemos. Esto es un punto muy importante, desde el punto de vista teológico, psicológico y misionero.
- Frente a los que acusan a la Misa Gregoriana de ‘estecista’, ¿qué cabría responderles?
Yo conozco muchos partidarios de la Misa nueva que tienen un gusto “esteticista”. Es la tentación de todos, la tentación de la forma. No es una condena, porque el hombre tiene ojos y necesita de la forma. No me puede llegar ningún contenido sin ella. Si veo un dulce, una tarta, que estuviese deformada, no me la como. Si en vez de eso, es bonita, está confeccionada, etc., me atrae.
La liturgia es una forma (en griego ‘éstesi’ y ‘forma’ son lo mismo), que debe atraer. No es errado que haya estética. Hasta la teología, dice Hans Urs von Balthasar, es una estética, es una belleza que atrae, pero debe atraer al contenido. Por tanto, la estética no es algo exclusivo de los partidarios de la Misa Gregoriana. Está también en los de la liturgia nueva. La estética es la forma a través de la cual llegamos al contenido principal de la liturgia que es “aquél que es la belleza”, por definición “el más bello de los hijos de los hombres”. Somos atraídos por Él.
Quería concluir invitando a sacerdotes, obispos, y también al Arzobispo de Madrid, a quien he tenido el honor de conocer en el Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía, que sé que es una persona con gran clarividencia, comprensiva, que profundiza en las cosas, a promover esta realidad. Realidad de muchos jóvenes, que -se puede ver en Internet- quieren la celebración de la liturgia tradicional. Así que invito a los obispos a no cerrar los ojos ante esa realidad. La realidad viene antes que nuestras ideas y, como padres, han de ejercer la paternidad; alentando, sosteniendo, corrigiendo, ayudando. Porque así nosotros ayudaremos a este trabajo del Santo Padre de traer a Dios al mundo y de ayudar a los hombres a encontrar a Dios.Fonte: Secretum Meum Mihi
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